Orgullo Silleteros. Orgullo Paísa.

Desfile de los Silleteros

Al volver a casa después de ver el desfile de Silleteros, con un corazón lleno de emoción y ojos llenos de colores, Primo Levi volvió a mi mente: “… lo importante en la vida no es ser fuerte, sino sentirse fuerte. Haber medido al menos una vez, haberse encontrado al menos una vez en la condición humana más antigua, solo frente a la piedra ciega y sorda, sin otra ayuda que las propias manos y la cabeza “.

Si por lo tanto para sentirte fuerte debes haberte medido contra las dificultades, tratando de ganar luchando con tus propias manos y tu cabeza, entonces vi esta fuerza en los silleteros que desfilaron ante mis ojos.

Silleteros

Este año, en la Feria de las Flores que se celebra en Medellín, unas 800 mil personas asistieron y esperaron pacientemente durante horas bajo el sol, dispersas por el camino, acurrucadas sobre los puentes para no perderse este desfile único en el mundo. Más de 500 silleteros y silleteritos (adultos, adolescentes y niños) han desfilado cada uno cargando sobre sus hombros el peso de sus propias silletas, un peso que va mucho más allá de los 50-70 kg reales (para los adultos, claramente).

Silletas
Silleteros

Han recorrido las calles de la capital de Antioquia con sus flores, con la tenacidad y la fuerza de quienes tienen la responsabilidad de mantener viva una tradición que ha durado décadas.

Una tradición que comenzó en 1957 y es un trabajo duro y en su mayoría anónimo, no hay nombres para recordar, sino solo unos días para admirar sus obras. Indudablemente representan lo mejor de los valores tradicionales y estéticos de la cultura paísa.

Los Silleteros han sido reconocidos como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad y cada año desfilan con cuatro categorías de Silletas: la emblemática, la artística, la comercial y la monumental.

Para prepararlas, estudian todo un año, y luego pasan la noche antes del espectáculo para armar las flores, arreglándolas suavemente con la habilidad de un cirujano, siempre buscando nuevos patrones y diseños, inspirándose en la naturaleza, escribiendo mensajes de paz y esperanza o rindiendo homenaje a alguien que los hizo felices. Este año se le dio un gran honor a Egal Bernal por ser el primer colombiano y sudamericano en haber ganado el Tour de Francia a la edad de 22 años.

Silleta en onor de Egal Bernal

Hombres, mujeres, jóvenes y niños, cada uno con su propia carga y orgullo, se abren camino por las calles, aplaudidos por la belleza de sus composiciones. En cada flor, en cada hoja están sus esfuerzos, sus raíces y su grandeza.

Es maravilloso observar cuánta humildad y orgullo pueden fundirse en un resultado extraordinario.

En el siglo XVIII, las silletas eran la única forma en que los campesinos de Santa Elena, uno de los 5 corregimientos de Medellín, podían llevar el carbón que extraían de las montañas. En ese momento eran grandes cestas llenas de minerales que a lo largo de los años se convirtieron en sillas donde las personas enfermas y las mujeres embarazadas eran transportadas a la ciudad. El camino para seguir era una pendiente empinada y boscosa (Santa Elena está a 20 km de Medellín y 2200 metros de altura) por esto el viaje era muy duro y más o menos de 4 horas. Otras épocas, otros hombres.

Silleteros del siglo pasado

Aquí se preparan, diseñan y decoran las silletas, y generaciones de agricultores, familias enteras, participan cada año, cada una con su propia tarea de mantener vivo este patrimonio. Son los verdaderos creadores de la grandeza de esta Feria, cuyos colores llenan de alegría el corazón y nutren el alma.

Durante el desfile, mirando los rostros probados por la fatiga, sentí varias veces las lágrimas subir a mis ojos. La edad no parece contar, su sudor impresiona en las canas el orgullo de ser parte de esta magia. He visto tantas canas y tantas caras marcadas por el sol y la vida, manos trabajadoras llenas de callos, brazos delgados y musculosos. Cuerpos acostumbrados a la fatiga.

Rostros de los Silleteros
Il peso delle Silletas

Cuánta alegría y gratitud vi en sus rostros cuando al pasar la multitud los saludaban e incitaban con el “sí, se puedes, sí, se puedes “, porque caminar por kilómetros bajo el sol abrasador con 50 kg en los hombros requiere mucho más que fuerza física, requiere energía e inteligencia en la su forma material: la que en Medellín se llama pujanza.

Cuánta emoción y gratitud le debo a estas personas. Cuántas emociones positivas me hicieron sentir. Portadores de belleza, flores, sueños y esperanzas.

Me inclino ante su estoica espalda agachada, que soporta el peso de esta orgullosa tradición. No hay cansancio que cuente porque lo que importa es el glorioso peso de esta herencia. Algo sagrado que trasciende la fatiga física.

Es cierto que los hombres pasan, pero sus ideas permanecen. Permanecen unidos con valores morales y tradiciones, que continuarán caminando sobre las piernas y los hombros de otros hombres.

Gracias Silleteros.

Silleteros
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